Llega agosto, el mes que muchas personas, tanto en la provincia de Alicante como en toda España, esperan durante el resto del año con impaciencia para cogerse las vacaciones. Esos efímeros días en los que el despertador de encima de la mesilla pierde su poder esclavizador, el pantalón corto remplaza a la incómoda ropa de trabajo y la vida parece que tiene más luz y color.
Muchos alicantinos aprovecharán estos días para irse de viaje, mientras que otros preferirán quedarse aquí para disfrutar de nuestro privilegiado clima estival. En realidad no hace falta marchase muy lejos para conocer lugares maravillosos, paisajes naturales impresionantes o pueblos con encanto. En este reportaje destacamos cinco rincones bonitos de los muchos que esconde nuestra provincia.
Un trenecito turístico nos lleva hacia la Laguna Rosa de las Salinas de Torrevieja
Salinas de Torrevieja
Media España y gran parte del extranjero importa la sal desde este distinguido lugar (si no es desde Santa Pola). Las Salinas de Torrevieja y La Mata llevan siglos produciendo este oro blanco que, hasta la llegada del turismo, constituía el principal motor económico de la zona.
Convertidas actualmente en parque natural, aunque sin perder su condición industrial, hoy solo es posible visitar la Laguna Rosa mediante una excursión concertada. Es muy sencillo, basta con buscar el trenecito turístico que parte desde el paseo de la Libertad de Torrevieja varias veces al día hacia las Salinas.
La excursión dura alrededor de una hora, y permite a los visitantes adentrarse en la parte más industrial del complejo salinero. En el trenecito varios altavoces explican durante el trayecto, en español y en inglés, la historia de las Salinas. Llegados a la Laguna Rosa, los pasajeros pueden bajarse durante unos minutos para tomar fotos y admirar el lugar. El conductor-guía les cuenta aquí algunos detalles más sobre la naturaleza de la laguna o el proceso de extracción de la sal.
La Laguna Azul y el Museo
El otro gran lago salado del Parque está en la Mata, conocido como la Laguna Azul. En este caso se debe acceder en coche, o bien en autobús urbano desde Torrevieja. Se recomienda programar varias horas para esta visita, pues es un lugar inmenso con rutas de senderismo y una flora muy particular que merece la pena detenerse a admirar. Para los apasionados por la ornitología, la zona alberga también ciertas aves interesantes como flamencos, zampullines cuellinegros, cigüeñuelas, tarros blancos, aguiluchos, etc.
El punto ideal para culminar la visita a las lagunas es el Museo del Mar y la Sal. En este establecimiento (de entrada gratuita) se puede ver una exposición muy completa de objetos marítimos, herramientas relacionadas con la extracción de sal, maquetas, fotos antiguas, figuras artísticas hechas con sal y muchas curiosidades más. Está ubicado en pleno centro de Torrevieja, concretamente en la calle Patricio Pérez, cerca del Club Náutico.
Por cierto, cabe recordar que precisamente las Salinas de Torrevieja es el lugar escogido este año para que eche a rodar la Vuelta Ciclista a España 2019. Será el 24 de agosto, en una etapa contrarreloj por equipos que apenas cubrirá 18 km de extensión.
Desde la cima del Maigmó podemos divisar hasta cuatro comarcas a la vez
Sierra del Maigmó
Hay una montaña en esta provincia que puede divisarse desde las comarcas de Alicante, Elche, Villena o Alcoy. Una sierra convertida en un paraje natural que hace las delicias de los amantes del senderismo. Ese lugar es el Maigmó.
El monte tiene una altura de 1.296 metros y ocupa los términos municipales de Agost, Tibi, Castalia y Petrel. Tiene varios accesos; sí se sube desde Castalla puede llegarse en coche hasta el llamado Balcón de Alicante. Como su propio nombre indica, se trata de un mirador con una vista privilegiada hacia casi toda la comarca de L’Alacantí. Éste es también uno de los numerosos lugares idóneos que hay por aquí para comer o tomarse la merendola.
Continuando hacia arriba, la subida no se hace demasiado complicada incluso para los senderistas más novatos. Los pinos nos van acompañando durante toda la travesía, en la que cada vez empezamos a observar vistas más aéreas de lugares como el pantano de Tibi, el río Monnegre o el más lejano Cabeçó d’Or.
El Maigmó es una montaña fácil de transitar para senderistas poco experimentados
Subiendo hasta la cima
El Maigmó está rodeado de algunas otras montañas de menor altura que nos irán pareciendo más pequeñas conforme sigamos subiendo. Vamos descubriendo al mismo tiempo la cercana sierra del Cid, cuya separación apenas se nota desde arriba.
Notamos también que el aire se va haciendo algo más fresco. Aunque el senderista pueda estar fatigado de la subida, el calor es mucho menos sofocante que abajo del monte. Los chalets construidos en la parte baja de la montaña también van desapareciendo de nuestra vista. Ahora solo hay naturaleza.
Merece la pena llegar a la cima, porque por supuesto ofrece la mejor vista del lugar. La Font Roja, el Puig Campana, Santa Pola, Tabarca… Media provincia de Alicante está a nuestros pies.
Por el Paseo Ecológico Litoral de Benissa puedes recorrerte las calas pegado al mar
Calas de Benissa
Si preferimos el mar a la montaña, la Costa Blanca conserva aún varios rincones que (más o menos) han sido respetados por el urbanismo y todavía mantienen gran parte de su encanto. Un ejemplo es la costa de Benissa, un pueblo cuyo núcleo urbano está ubicado a varios kilómetros al interior pero que también cuenta con un buen trozo de litoral. Un recorrido de calas y playas que, a pesar de su belleza y de estar ubicado entre dos poblaciones tan turísticas como Calpe y Moraia, queda un tanto desapercibido para muchos visitantes.
Yendo de sur a norte, la primera parada la hacemos en la Cala Les Bassetes. Está justo pegada al término municipal de Calpe y desde aquí tenemos una bonita panorámica del Peñón de Ifach. Además de bañistas, no es raro encontrar pescadores o buceadores por aquí.
No suele ser complicado aparcar por este punto, donde comienza un Paseo Ecológico Litoral que está convenientemente acompañado de varios carteles informativos sobre la fauna y flora del lugar. El camino está bastante bien adaptado para ir andando, aunque tiene bastantes escalones.
Encontramos un merendero ideal para hacer una parada, justo antes de llegar a la Cala de la Fustera. Su fantástica playa tiene todos los servicios propios para el baño, como socorrista o sillas playeras.
Abiertas o escondidas
Más salvaje y natural es la cala Pinets, ubicada unos pocos metros más hacia el norte. Un lugar curioso es su ‘Mar Morta’, llamada así porque el oleaje no puede llegar al estar protegida por las rocas.
Mucho más difícil se vuelve el camino si queremos seguir avanzando hasta la cala La Lloblella. El premio es encontrar una playa apenas transitada que está formada por cantos rodados. Quizás éste sea el punto que puede ofrecer mayor tranquilidad, incluso en agosto, de toda nuestra ruta.
La cala Advocat es más accesible, y por tanto suele estar bastante animada. Incluso cuenta con un chiringuito. Su playa termina en un gran acantilado conocido como El Cantalar. Finaliza nuestro recorrido en la cala Baladrar, de playa de piedras y la más abierta de todas (y por tanto, también la más luminosa).
El Casco Antiguo medieval de Cocentaina es de los mejor conservados de la Costa Blanca
Cocentaina
A los amantes de los pueblos medievales les encantará conocer la villa de Cocentaina. De hecho cada noviembre el municipio se viste de sus mejores galas para albergar la famosa Fira de Tots els Sants, que lleva celebrándose desde el siglo XIV en la plaza del Plà de la Font.
Mucho más tranquilamente se puede recorrer el pueblo sí se visita ahora en agosto. Todavía se conservan restos de murallas que se observan andando por estrechas calles empedradas. Entre sus edificios destaca el antiguo Palacio Condal (hoy reconvertido en Museo Municipal), el Centre de Estudis Contestans de la calle Mayor, el Monasterio de la Mare de Déu del Miracle, las Iglesias de San Salvador y Santa María o el Convento de los Franciscanos.
Cerámica, castillo y Paquito
Cocentaina también es famosa por sus preciosos paneles cerámicos, que hayamos a la vista en las fachadas de las casas. La mayoría datan del siglo XVIII y los más aclamados están en la Calle Dolors y la calle Mayor.
Una vez terminado de visitar este singular Casco Antiguo, es obligada la subida al Castillo que domina todo el pueblo sobre el cercano cerro de San Cristóbal. Se trata de una fortaleza muy antigua, contemporánea a la época de la Fira. Aunque es posible subir en coche, los últimos metros solo se pueden recorrer a pie. Sobra decir las privilegiadas vistas del pueblo, la comarca El Comtat y la sierra de Mariola que se observan desde aquí arriba.
No estaría completa una presentación de Concentaina sin recordar que aquí nació una de las canciones más exitosas del folclore alicantino y español. Cada vez que alguien canta o baila Paquito el Chocolatero es gracias a Gustavo Pascual Falcó, quien nació y vivió durante toda su vida en la localidad.
La Vall de Gallinera es un impresionante valle con minúsculos pueblos de origen árabe
Vall de Gallinera
Cerca de aquí se haya la Vall de Gallinera. Con permiso de Guadalest, quizás el valle más bonito de la provincia y uno de los más singulares del Mediterráneo español. Ubicado en la Marina Alta, a unos 25 km de Denia, es un paraje natural impresionante compuesto por varios pueblos tan minúsculos como encantadores.
Conduciendo desde la costa, la primera localidad del valle es Benirrama. No perderse su pequeño castillo de origen árabe ni la iglesia de San Cristóbal (la más antigua de todo el valle). Apenas a unos kilómetros de distancia está Benialí, la localidad donde reside el Ayuntamiento que gestiona toda la Vall de Gallinera. Es interesante aquí conocer la almazara donde se elabora el aceite típico de esta zona, así como visitar sus empinadas calles y su fuente.
Pegado a Benialí, se encuentran las todavía más pequeñas aldeas de Benissivà y Benitaia. Destaca el convento franciscano, que data del siglo XVII. Seguimos la ruta para llegar a La Carroja, un pueblo en cuesta cuyo campanario de la iglesia es visible desde cualquier parte. El siguiente pueblo es Alpatró, donde podemos visitar su lavadero cubierto y su museo etnológico.
Los pueblitos y las montañas
Si no han visto nunca un pueblo fantasma, sigan su camino porque están a punto de encontrarlo. Se trata de Llombai, que lleva abandonado desde los años 70 cuando falleció su último habitante. Todavía quedan un par de casas en pie.
Cierra el recorrido Benisili, una población atravesada por el río Gallinera que da nombre al valle. Merece la pena subir a su castillo, pues ofrece una de las mejores vistas del lugar.
Parte del encanto de la Vall de Gallinera es su casi total sensación de soledad. No en vano, en todo el valle tan solo habitan 589 personas (según el censo de 2018) repartidas en las siete aldeas ya descritas. Aún así, a los visitantes no les faltan restaurantes para comer e incluso casas rurales donde alojarse si quieren disfrutar de este impresionante lugar durante varios días.
El valle está totalmente rodeado por montañas, como la Sierra del Almirante, la Sierra de la Albureca o la Sierra Foradada. No es ninguna mala idea tratar de subir a alguna de ellas, pues las panorámicas de toda la Vall de Gallinera que se observan desde aquí son excepcionales.